domingo, 24 de marzo de 2013

Magazine - Fuaga

Revista Nº 201.
Enero 2013 
Fotografia: Sole Allami
Texto: Daniela Casaretto
Agradecimiento:  Musetta Caffé 

Pilar es una aventurera… niña exploradora, incursiona en cine, aunque, de momento, la tele la tenga un tanto secuestrada: de Vestir santos, a Los Únicos y, de ahí, hoy, a Tiempos Compulsivos, unitario de Polka, escrito por Javier Daulte.

Hiperconsumista cultural: cine, música, teatro, mucha, mucha literatura y multigénero de norte a sur; ésta es una chica ecléctica. ¿Y qué más? Fan número uno de sus amigos, “¿muy berreta decirlo? ¡Es verdad!”.
 Pilar es risueña, sonriente, sencilla, histriónica, divertida. Y ahora… 
¿Un defecto? “Cuando me pongo triste, ¡soy re triste! Lo que pasa es que tengo miles de defectos: soy muy impuntual, me cebo y no escucho, soy egocéntrica… Bueno, ¡basta!”. 
¿El amor? ¡Re bien! Ni hablar… 
¿Una virtud? “Que soy sincera… (Risas). Odio a la gente que dice eso... Virtud, virtud… Mmm… Soy una persona muy alegre”, y doy fe… ¡eso es cierto!

“Yo en realidad soy recontra actriz, así llegué a la tele, a través del teatro off, teatro total. Ni bien terminé la secundaria, hice el ingreso al conservatorio de arte dramático… no entré, no me aceptaron y me deprimí un montón”.


¿Entonces?
Primero pensé en ser médica, también psiquiatra… de hecho empecé a hacer el CPI de medicina. Entré, pero no me gustó. En el medio, me anoté en el Rojas y ahí conocí a mi primer maestro, Cristian Drut. Después me formé con Ricardo Bartís y Alejandro Catalán. Fueron mis tres docentes totales. Siguen la misma línea, fomentan el trabajo grupal, ‘la dramaturgia colectiva’: una obra de teatro puede suceder en cualquier parte, es casi un acto de fe. 
¿Qué te dejaron esas clases?
Dos grupos de teatro con los que vengo laburando desde hace mucho tiempo. Uno es Piel de lava, el otro, Compañía del silencio. Ahí, con Romina Paula, una de las artistas más grosas de la escena contemporánea, armamos El tiempo todo entero, con la que nos vamos de gira este verano, ¡a Francia!
¿Cómo saltás del under al prime time?
Yo ni lo tenía programado. Sentí que estaba bueno probar y ver qué onda… por la plata, por un lado, pero por la experiencia también. Hay mucho de eso de que ‘perdés calidad artística por estar en la tele’… 
Como que te vendiste…
Sí, puro prejuicio. El productor ejecutivo de Polka, Diego Andrasnik, me vio en el teatro y me llamó para interpretar a la novia de Celeste Cid, en Para vestir santos. Al toque, me ofrecieron la tira…Y en el momento sí se me armó un cierto conflicto…
El cuco de perder prestigio…
Soy muy curiosa, me ganó la curiosidad y no me arrepiento, aprendí un montón.  No sabía trabajar con cámaras, ¡festejo mis logros! Festejo yo, festejan mis compañeros, festeja todo el mundo, ¡está buenísimo! 
¿No te limita para actuar?
Todavía hoy siento que me falta aprender mucho. En el unitario, trabajo con tremendas bestias: Gloria Carrá, Rodrigo De la Serna, Guillermo Arengo, Fernán Mirás, Paola Krum… Ellos sienten la cámara, la intuyen; la tele es el terreno en el que se movieron siempre, tienen incorporado el oficio. Yo les pregunto todo, todavía me falta para sentirme pez en el agua… Lo mío es el teatro.
Se lee por ahí… “Pilar Gamboa, una actriz que emociona, sensible, carismática. Una promesa hecha realidad”.  ¿Realidad o ficción?
Es medio filosófico ésto de cómo es uno… difícil definirme... pero ahora que ya tengo 32…
¡Uh! Sonó muy “pre-jubilada”… 
¡Nooo! Me siento re pendeja igual, ¡eh! También sé que tengo un alma joven… ¡Uh!, no vayas a poner eso del alma joven, imaginate: “Teeengooo uuun almaaaa jooooveeeen” (voz fantasmagórica). ¡Me deprime mucho! (Risas).
¿Cómo decir? Soy una persona que quiero todo… Y a medida que vas creciendo se te va borrando el abanico de las opciones… ya hay ciertas cosas que sabés que no tenés ganas y listo. Cuando tenía 23 años quería actuar, quería tener una banda, quería mil cosas… Supongo que pasa por la adultez. 
“¡Otra vez la jubilada!”.  No, en serio… te vas definiendo… 
¡Totalmente! Y te hablo en general: en el amor, en la profesión… uno descubre mucho más rápido en donde se siente identificado. El objetivo está en llegar al lugar en donde uno es uno… y no tener que estar careteando cosas que uno no es… No es nada fácil… Llegar a ser uno mismo en todos los lugares en los que uno se mueve.
 Aparte, la horrible sensación de dejar algo afuera…
La desesperación de elegir una cosa y sentir que dejás afuera otras 150.000 que ni idea... Yo soy una persona muy ansiosa, pero, con el tiempo, me bajé mucho de eso. Ahora empiezo a estar en los lugares, ¡estar! Es todo un objetivo... y sí, ¡soy sensible! ¡Eso tampoco lo pongas! (Risas)… y tengo algo aniñado. 
¡Se nota! 
Tiene que ver con lo que hago, la vida que elijo, los amigos que tengo y de lo que estoy viviendo. Yo trabajé muchos años en otras cosas, en laburos más formales, cosas que no te gustan pero las hacés por la plata... Y esto tiene algo de aventurero, acá no hay rutina, no sabés lo que te va a pasar el año que viene. Eso tiene su lado desesperante (por lo económico) pero, a la vez, estás siempre en el salto, la adrenalina, está buenísimo. La actuación te permite jugar, tiene algo muy mágico para mí. Actuando entrás en la zona de ser otro y en realidad sos vos… 
¿Entrás psicológicamente en el mundo de ese otro? 
¿Al punto de que termine la función y me tarde en salir de personaje? No, pero creo que hay casos que sí. De dónde se agarra un actor para actuar es un mundo, tan profundo como la mente de cada uno… Y no hay una cosa mejor que la otra, si alguien piensa en la abuela muerta para llorar y llora, es válido. Es divertidísimo actuar, aunque sea una tragedia… hacerle sentir algo al otro, es un poco perverso también.   
¿Qué te hace buena en lo tuyo?
¿Soy buena? 
Eso creemos (Risas). 
Trato de estar presente. La actuación tiene algo muy tremendo que es que vos ya sabés lo que va a pasar. No es como la vida, no te sorprende. Sabés todo pero tenés que hacer como si no lo supieras, vivir como si fuera por primera vez a pesar de las 100 funciones de lo mismo. El desafío es generar algo en el espectador y para eso hay que dejarse afectar por lo que el otro propone. Al trabajar con el otro más allá del guión, ahí se empieza a jugar una buena actuación. 
¿No es cansador hacer una y otra vez la misma función?
La verdad que el teatro tiene algo místico… aunque uno repita siempre lo mismo, el público es siempre otro... Algo se produce en las combinaciones de esos seres, y la obra termina haciendo un recorrido diferente, no hay dos iguales. Es como una relación de amor: uno está con la misma persona todos los días, pero no deja de sorprenderte. Cuando hay amor, ¿no? 
 Tú dirás… (Risas).  ¿Tenés muy presente al público mientras actuás?
No, igual sería una necia si te dijera que ‘nada’… porque uno siente a la gente. 
Yo siempre que voy al teatro tengo la fantasía de gritar… o de que alguien grita en el público… (Se oye un ‘grito/rugido’, -inevitable, risas-). Está todo tan vivo, es tan azaroso… El teatro es un acto de fe; los que miran tienen algo a priori: van a creer en lo que digo, no van a pensar: ‘ah, es una mentira’, porque sino no hay hecho artístico que se sostenga, hay un pacto desde el vamos. Esa casa no está en medio del río, estás en el Abasto mirando una obra, en cinco salís y te comés unas pizzas… Esa entrega es la comunicación, a veces se da, otras no; es medio azaroso y mágico…
¿Te pasó la de olvidarte la letra?
Soy bastante maquinola en eso, pero alguna vez me ha pasado. Nunca tuve de esas lagunas inzafables, blanco total por suerte jamás… es mi pesadilla. La de olvidarme tipo coágulo y la de no tener voz son mis dos pesadillas. No lo quiero ni pensar demasiado porque puede pasar… (Risas).
El poder de la mente… Cambio abrupto de tema: Del ‘off’ a lo masivo… ¿Cómo te llevás con la fama? 
No soy muy famosa, no es que voy por la calle y cada cinco segundos me dicen ‘¡eh! Fotoo’. Me da la sensación de que el boom es mientras estás en la tele, si desaparecés medio año, la gente ya se olvidó. Como todo, debe tener su lado bueno y su costado quemador… La tele entra ahí, al living de tu casa, la gente cena todas las noches con Mariano Martínez, con Nico Cabré o Luciano Castro y es como si creyera que le pertenecen, son como de la familia.
¿Te adaptaste al mundo de la farándula?
A mí me gusta actuar, me encanta lo que hago, soy una apasionada de la actuación. Los famosos son personas, como cualquiera, yo por suerte me crucé con gente muy buena onda, gente que tiene mucho oficio. Tampoco da entrar a trabajar a un lugar con prejuicios, porque para eso ni vayas. Nunca fui para nada cholula.  
¿Cómo vivís ese contraste entre lo under y lo masivo?
En tele entrás en una dinámica de trabajo quemante, trabajás muchas horas. Todo el mundo labura un montón, diez horas… Una tira es una locura, nadie tiene tiempo de ponerse a pensar, es más bien una gimnasia de la actuación, salís entrenadísimo, rápido y efectivo, resolver, resolver… A mí me interesa más lo que estamos haciendo en el unitario, donde hay tiempo para pensar. 
¿Qué es actuar para vos?
Comunicar, estar y ser muy conciente de que uno va a generar mucho en el que lo está mirando. Ser generoso en el dar; divertirse; y saber trabajar con los otros, en equipo. 
Nada de gol de arco a arco…
Exacto, me gusta el pase, me gusta el jueguito; no los actores que se re cortan, sino los que se dejan afectar por lo que hace el otro, en un ida vuelta. Es muy egocéntrica esta profesión, ¡y yo soy recontra egocéntrica! Tímida también pero ¡egocéntrica! Ésto es una lucha contra el ego: ‘Bueno… no todo pasa por mí, capaz que no…’ (Risas). 
¿Hija única?
No, una hermana; pero en mi familia todos me gasta: ‘¡Uh!, se dejó de hablar de ella dos minutos’.  Me gusta mucho trabajar en equipo, tengo dos grupos de teatro independiente y la verdad que cuesta un huevo sostenerlos en el tiempo sin cobrar un peso. 
Por amor al arte…
Para mí es un logro enorme estrenar mi cuarta obra con ‘Piel de Lava’ y mi tercera con ‘Compañía del Silencio’. Es algo espectacular, es la vida que quiero. Además, a los actores con los que laburo, los admiro muchísimo, me parecen unos actorazos. Yo aprendí a trabajar con el otro; es que actuar es eso, domar el ego. No me copa salir de una obra y sentir que alguno la descose. En las grandes películas, hasta el vuelo menor actúa como los dioses… ves al que barre en Mad Men y decís: ‘¡la rompió!’, tanto como Don Draper.
¿Actuás sola en casa frente al espejo?
NOOO. Hay una delgada línea entre la actuación y la locura. Las veces que trato de probar un texto sola en casa me asusto; parezco loca frente al espejo. Siempre le tuve miedo a la locura, ser psicótica…
¿De ahí las ganas de ser psiquiatra?
(Risas). Sé que no me va a pasar… pero uno nunca sabe. Sé que tengo una estructura mental que se la banca, pero el fantasma no muere.
Y lo de ser actriz, ¿se nace o se hace?
Las dos cosas, como para todo en la vida. Tenés una semilla que puede quedar ahí o aflorar. Es terrible pasarse la vida sin descubrir qué te gusta; no saberlo nunca: trabajar, ganar dinero, irte de vacaciones, y nunca saber qué es lo que te hace feliz. Yo ya no me imagino la vida sin actuar.
¿Cómo te nació la vocación?
Siempre me gustó mucho el cine, el teatro, la literatura. Mis viejos, copados, autodidactas de clase recontra media, son los dos personas muy ávidas de consumir cultura y nos llevaban mucho con ellos.  Después, cuando fui a mi primera clase de teatro a ver qué era, ya la flasheé de entrada; con Cristian, me divertí muchísimo. Ni siquiera sabía si iba a ser actriz o no y él me mandó a lo de Bartís. 
 ¿Nunca pasaste por un casting?
Por suerte, casi que no… pude recorrer por otros lados. La paso muy mal… me parece un espanto, muy violento. Es perverso el concepto… yo soy pésima actuando en un castings, me pongo súper nerviosa, me tiembla la pera, no sé qué decir, me olvido los textos y hago chistes estúpidos. Así que dejé de ir, me angustiaba. En un casting, se pierde la versatilidad del actor, su arte. No digo que esté mal hacerlo, a veces es por necesidad, pero creo que no está bien que a un actor se lo someta a venderse así. Yo no lo hacía porque no me daba el corazón.
Igual llegaste… ¿Hoy vivís de la actuación?
Desde hace cuatro años. Para mí es un montón pero, a la vez, es re poco si pensás que estoy trabajando desde los 18. Fue un gran salto renunciar al trabajo anterior para dedicarme sólo a la actuación. 
¿Qué hacías antes?
Hasta el 2006 laburé en un Serviclub de YPF. Durante un tiempo, hice muebles con una técnica llamada decoupage; también daba clases de teatro en una escuela. 
Imagino tu casa a todo color… 
Ahora tuve que bajarla un poco, era mucha información… 
¿Hay alguna otra curiosidad pendiente? 
Me gustaría estudiar botánica, me gustan las plantas… y lo haré en algún momento.
 En ‘Tiempos compulsivos’… ¿como te sentís con tu personaje?  
Me inspira. Es re diferente a mí. Es una chica re oscurita, muy mala onda, muy ortiva. Me encanta el personaje y su enfermedad, una persona que se autoflagela, se corta para alivianar el dolor que siente. Sofía es muy pragmática, nada que ver conmigo, yo soy pura duda, grises. Para ella, las cosas son o no son. Todos encarnamos gente muy oscura, muy sola. Nadie conecta demasiado con eso porque es muy fuerte. El personaje de Gloria Carrá, por ejemplo, tiene personalidades múltiples, una enfermedad que debe ser muy agotadora para el que la padece. La locura es agotadora: no poder estar en el mundo “normal”, sentir que la realidad te expulsa, que no podés vivir esta realidad, que necesitás armarte otra paralela. Si ya es agotador lidiar con una, imaginate con otra, otra y otra… 
¿Cuáles son tus proyectos a futuro?
Estrenar Fauna. Estoy re cebada con la obra, tengo muchas ganas de largarla a la cancha; sale en mayo. Y estrenar la otra obra con Piel de Lava. El año que viene voy a hacer teatro, con la tele termino en diciembre. También estoy filmando una película con Mariano Llinás: La Flor.
Una vez dijiste: “Todo es tan efímero que mañana podría caerse todo a pedazos”. ¿Todavía lo crees?
Todo puede venirse abajo en cualquier momento, pero hoy siento que las cosas son más estables, no creo que sean tan efímeras. 
Igual vivo la vida intensamente por las dudas… Uno nunca sabe… 
Si la nota sale publicada, los mayas se equivocaron. (Risas). 
¿Hay algún momento especial que rescates de tu trayectoria?
Cuando salí a actuar por primera vez en Bruselas, en un festival, hace dos años… sentí la vida perfecta, pensé: ‘¡qué lindo ésto que me está pasando!’. Nunca en la vida había imaginado que iba a conocer el mundo. Esa gira me movió mucho, recién me separaba de un novio que había tenido durante mucho tiempo, así que estaba en carne viva, muy triste. Había sido una relación re linda, larga, de mucho amor, y cuando se terminó quedé medio enclenque. Estaba muy sensible.  
Cada una de las obras que hice en teatro siempre significó un momento bisagra. Me da la sensación de que cuando estrenás una obra, no la entendés todavía. Cuando vas al teatro, te deberían dar otra entrada para que vuelvas al mes. 
¿Qué tan crítica sos de tu actuación cuando te ves?
No me miro casi, no me gusta. Me cuesta un montón verme. Ahora que estoy un poco más grande (¡pero no tanto!), entiendo que está bueno verse, aprender de lo que uno hace. Recién ahora me estoy mirando y lo sufro, me parece que tengo una voz rarísima.     
¿Una obsesión?
No soy muy obsesiva… Tengo pequeñas manías… 
¿Por ejemplo?
Bueno, cuando tengo un mal pensamiento hago un gesto, para sacármelo de la cabeza… si no lo hago, siento que eso malo que estoy pensando va a suceder, ¡esté donde esté! Y bueno, ¿no tenía miedo de volverme loca? (Risas). 




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