sábado, 21 de enero de 2012

"Me divierte horrores actuar; por eso lo hago"

Entrevista de: "La Nacion"
Por: Alejandro Cruz
Foto: Andrea Knigth 
Año: 2007 



Pilar Gamboa tiene 27 años. Es una de las actrices más personales y expresivas del circuito alternativo. Y lejos de ser una promesa, es una realidad que entusiasma. Aquel que la haya visto en Algo de ruido hace o en Remitente Lorena podrá comprobar que lo dicho no es una simple exageración.


Y aunque 2007 se trate decididamente de un año de proyección, pues tiene tres trabajos en cartel, todavía esto de toparse frente a un grabador es algo que mucho no le cierra. Como si le diera un tanto de vértigo ver a un aparatito que registra sus palabras. Sin embargo, como sucede en escena, se larga como si nada y fluye.


Hace dos años, estrenó en El Kafka Remitente Lorena , una joyita de Lucía Perl que estuvo seis meses en cartel. "Me encantó hacerlo. Lucía es mi amiga y eso estuvo rebueno. El momento de estrenar fue de mucho nervio, porque es un trabajo muy raro; tiene muy poco texto; es como un laburo medio cerrado. Había gente que salía muy emocionada y otra que me miraba como diciendo: «¡Qué caradura! Aprendete un texto». Con esa obra no había término medio. Es más: fue bueno que ese espectáculo no les gustara a todos."


Después de ese magnífico trabajo vino Neblina , con dirección de Héctor Díaz, y luego Algo de ruido hace , otra joyita dirigida por Romina Paula. "En comparación con Remitente Lorena , Algo de ruido... es una obra que le gusta a mucha gente. Pensá que se estrenó en febrero de este año y sigue en cartel. Y eso es algo muy loco para el teatro independiente, en el cual hacés cuatro meses de funciones y después te la pasás buscando un galpón en Berazategui porque nadie puede guardar la escenografía en su casa. Eso es refrustrante. Sólo ahora entendemos que esto que nos está pasando con Algo de ruido... debería ser lo normal."


Normal o no, ahora su semana se reparte entre Acassuso , de Rafael Spregelburd; Automático , de Javier Daulte, y Algo de ruido.. . "Los tres trabajos son muy distintos entre sí; eso me permite armar un juego que me gusta mucho. Nunca hubiera pensado en hacer tres espectáculos en simultáneo, pero se dio así. Como experiencia es buenísima", apunta.


-¿Hasta qué punto trabajar en tres obras no te quita concentración?


-Yo siento que no hago zapping interno. Fueron trabajos muy profundos que circularon en paralelo y son tan distintos entre sí que la cosa funcionó; se me armó y me puedo focalizar en cada uno de ellos.


En Automáticos, hace de una adolescente sacada. En Algo de ruido hace, le toca dar vida a una adolescente contenida. En Acassuso hace de una vicedirectora de un colegio, con peluca y todo. "Me divierte horrores actuar; por eso lo hago. En el momento en que me llamaron, lo primero que me dije fue: «¡Qué bueno que vaya a actuar un montón! ¡Eso!»."


Eso dice que fue lo primero que se le cruzó, más que andar especulando sobre la implicancia de ser convocada por gente como Spregelburd y Daulte, dos señores superestablecidos de la escena alternativa. Desde chica, Pilar Gamboa supo que lo suyo era la actuación. "Soy muy buena imitando, «grosa»-apunta, segura de sí misma-. Te lo digo yo; creeme. Mi imitación del tío Enrique



-¿QUÉ PASABA CON EL TÍO ENRIQUE?


-No... No puedo contarlo. Mi tío lee LA NACION, ¿entendés?


Lo dice susurrando, por temor a que alguien escuche. Y aunque uno la tiente con apagar el grabador con tal que le cuente algo del tío Enrique, ella no larga prenda. Lo que se dice una profesional.


Lo cierto es que, superada la etapa de las imitaciones, cuando terminó el secundario se anotó para dar los exámenes de ingreso en Medicina y en el Conservatorio de Arte Dramático. "No entré a ninguno de los dos, cosa que me deprimió horrores. Entonces me anoté en tres talleres del Centro Cultural Rojas. Uno era de Cristian Drut y me copé porque es un profesor buenísimo; es un tipo muy gracioso", cuenta.


Y así zafó de la tentadora idea de sentirse una inútil sin recuperación alguna. Y después de estudiar con Drut, fue a parar al taller de Alejandro Catalán, su verdadero maestro. Allí conoció a sus actuales amigos, con los que terminó actuando en la mayoría de las salas de Almagro, donde vive. Desde ahí, durante la semana, salta a los escenarios de Andamio 90, Timbre 4 y Espacio Callejón haciendo lo que más le gusta: actuar. Y como este año pinta de afirmación, se animó a dejar el trabajo de atención al cliente del ServiClub de YPF que tenía desde hace cuatro años.


"La peleo, pero llego a fin de mes -cuenta con total naturalidad-. Por suerte, me salieron algunas publicidades. Antes me levantaba todos los días a las 7 de la mañana y estaba seis horas entregando licuadoras y cremas de Karina Rabolini. Delirante. Pero era lo único que me permitía sobrevivir. Ahora hay veces que me despierto a las 10 de la mañana y me siento una genia. No lo puedo creer, te lo aseguro".


Y los ojos se le ponen grandotes como si estuviera recibiendo un premio de esos importantes que tienen alfombra roja. De todos modos, si hace diez años la bocharon de todo futuro perfecto, ahora se puede dar el lujo de hacer lo que más le gusta. Y eso, más en países como el nuestro, es algo bueno. Como yapa, lo suyo lo hace bien. Muy bien. Por eso da gusto verla arriba de un escenario y no detrás de un mostrador entregando cremas.  

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